GERENCIA NIVEL VIZQUEL
Daniel Romero Pernalete
Daniel Romero Pernalete
Con frecuencia oímos o leemos que
una de las características más importantes de un buen gerente es su
capacidad para “resolver problemas”. Me atrevo a sugerir que esa
es una verdad a medias. Pienso que hay una habilidad tan o más
importante que ésa: la capacidad para “evitar problemas”. Uno de
mis profesores en el IESA (Instituto de Estudios Superiores de
Administración, Caracas) hacia siempre hincapié en que el mejor
gerente no es el que resuelve más problemas, sino el que los evita.
Esa norma orientó mi trabajo a lo largo de mi prolongada pasantía por la
administración pública y la gerencia universitaria.
Por
supuesto, un gerente hábil para resolver problemas es preferible a
uno que no sepa resolverlos. Pero es mejor todavía un gerente que
sea capaz de preverlos y prevenirlos. Para un observador
desprevenido, es llamativa y loable la acción de un gerente que está
siempre afanado apagando incendios organizacionales y retirando
escombros administrativos. Al contrario, puede que parezca fácil (y
no digna de aplausos) el trabajo de otro gerente que nunca tiene
incendios ni derrumbes en su organización, y que hasta pueda tomarse
tiempo para un conversado café a media mañana. Puede parecer que el
segundo gerente “la tiene fácil” o que por suerte le ha tocado
dirigir una organización sin problemas. Pero lo que probablemente
ocurre es que el segundo gerente ha sido capaz de conjurar incendios
y derrumbes. Este tipo de gerente hace que dirigir una organización
o una parte de ella parezca tarea fácil. Posiblemente ambos gerentes
se enfrentan a los mismos problemas, pero mientras el primero se da
de trompadas con los problemas que se le han venido encima, el
segundo salió a buscarlos y a conjurarlos antes de que lo
sorprendieran. Por supuesto, esa habilidad para “oler” los
problemas antes de que nos ataquen (como esos animales salvajes que
huelen a distancia la presencia del depredador o de la presa y actúan
en consecuencia) es una mezcla de conocimientos, visión sistémica,
experiencia e intuición.
Trataré
de ilustrar el punto haciendo analogía con una historia extraída
del mundo deportivo. Omar Vizquel fue un campocorto venezolano,
ganador de once guantes de oro como mejor shortstop de las grandes
ligas y está considerado como uno de los mejores jugadores defensivos de
todos los tiempos. Su seguridad y su elegancia en el fildeo hacía
que verlo jugar fuera, como dice una vieja canción, “una
experiencia religiosa”... Lo que para otro shortstop de su
generación era una jugada de rutina, para Vizquel también lo era.
Tal vez la única diferencia era la gracia con la cual ejecutaba el
lance. Pero lo que para otro shortstop era una “gran jugada” (como
tirarse de cabeza para atrapar un rodado y desde el suelo lanzar la
bola a la primera base), para Vizquel era un simple trámite. Con la
seguridad y la elegancia antes mencionadas interceptaba la pelota y
la lanzaba a la inicial. Y podía ser el mismo rolling. Pero la
experiencia, el conocimiento y la intuición de Vizquel le permitía
“adivinar” la fuerza y dirección de la bola para salir a
buscarla con comodidad. Vizquel hacía fácil una jugada que para
cualquier otro jugador de esa posición representaba un gran
esfuerzo. Ahora, cuando Vizquel hacía una gran atrapada, de esas que
arrancan la ovación del público, era porque esa pelota no la
atrapaba ni Dios que se hubiera puesto el uniforme de los Yankees.
Algo
similar pasa cuando comparamos un gerente normal con un gerente de
lujo. Ante situaciones rutinarias no va a notarse la diferencia,
salvo por la rapidez y”elegancia” con las que el segundo las
aborda. Ante una situación crítica, mientras el primer gerente es
sorprendido por el problema y lo abate después de arduo combate, el
segundo gerente había “olido” el potencial inconveniente y lo
había liquidado antes de que tomara cuerpo. En un mundo de múltiples
interacciones y de pasmosa velocidad hay, obviamente, algunos
inconvenientes que no pueden predecirse ni evitarse, pero un gerente
de alto calibre siempre está preparado para minimizar las
consecuencias y estabilizar la nave con el menor costo posible en tiempo y en recursos.
Por
supuesto que un gerente de lujo puede cometer alguna pifia (a Vizquel
se le escaparon ¡el 1,5 % de los batazos que pasaban por su
jurisdicción!). Pero esa es la excepcioncita y no la reglota.