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Showing posts from 2020
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EL ARCA DE NOÉ   (O EL TRISTE FINAL DE UN ADICTO AL TRABAJO)   Soc. Daniel Romero Pernalete     Se sintió muy bien realizando a la perfección su primera tarea importante. Sus compañeros lo felicitaron y su jefe lo elogió públicamente. Desde entonces, empezó a esmerarse en sus trabajos como si en cada uno se jugara la vida. La aprobación de superiores e iguales lo acicateaba en todo momento. Se diría que la oficina giraba alrededor de él. No había trabajo importante que no fuera a parar a sus manos. Y cada vez se exigía más para no arriesgar su bien ganada reputación de trabajador eficiente.    Por ahí se inició el desastre. Comenzó a trabajar horas extras, pagadas o no. Era el primero en llegar a la oficina y el último en abandonarla. Era quien prendía y apagaba las luces del despacho. No contento con eso, fue adoptando la costumbre de llevarse trabajo a su casa. Las noches eran para trabajar y los fines de semana para seguir trabajando. Visitar a lo
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COMO LLEGAR A LA CASA DEL 'NUNCA' (O LA DAÑINA PROCRASTINACIÓN) Soc. Daniel Romero Pernaete, MSc Ella era la asistente del gerente de créditos. Su mano derecha, vale decir. Un lunes, su jefe la llamó a las 9:15 am para pedirle que redactara un oficio mediante el cual se rechazaba una solicitud de crédito presentada por un importante cliente. Quiso redactar el escrito con la mayor delicadeza, a fin de no herir la susceptibilidad del cliente, quien le era conocido. Se le ocurrió, entonces, buscar una carta similar que le sirviera de guía. Decidió visitar el archivo general del departamento que estaba ubicado al final de la gran sala de trabajo, a unas siete estaciones de trabajo de su oficina. Para poder dedicarse a redactar el oficio sin asuntos pendientes, se obligó a responder tres correos electrónicos que acababan de hacer su aparición en la bandeja de entrada. Enseguida hizo un par de llamadas que tenía pendientes desde el día ante
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EL MATADOR CORNEADO (O COMO CREAR UN GERENTE MEDIOCRE) Soc. Daniel Romero Pernalete, Msc. Siempre le gustó destacar en lo que hacía. Así que cuando consiguió un empleo como ejecutivo de ventas en una compañía de seguros, se propuso ser el mejor vendedor. Leyó cuanto libro sobre técnicas de venta pudo conseguir en las librerías locales. Y devoró cuanto texto digital encontró sobre el tema en Internet. A su formación, agregaba una simpatía natural y una extraordinaria facilidad de palabra. Se convirtió en un as de las ventas. Difícilmente se le escapaba un cliente. Donde ponía el ojo, ponía una venta. Se ganó entre sus compañeros el apodo de “El Matador”. Todos en la compañía , sin excepción, lo admiraban y lo respetaban. Llevaba tres años como ejecutivo de ventas cuando e l gerente de la zona, cuyo éxito en buena medida se debía al esfuerzo de “El Matador”, fue trasladado a otra región para consolidar la compañía en su nuevo destino. Cuando se busc
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EL HOMBRE ORQUESTA  (Y la Empresa Peter Pan) Soc. Daniel Romero Pernalete, MSc Juntaron sus ahorros y su entusiasmo para crear una pequeña empresa de servicios. José Sagaz y Juan Afanador querían ser sus propios jefes. Sagaz tenía muchos contactos, grandes habilidades para la negociación y una visión panorámica que le permitía ver el bosque más allá de los árboles. Afanador, por otro lado, era un trabajador incansable, de esos que le echan ganas a las ganas. Parecía una buena combinación. Cacumen y empuje apuntando en una misma dirección. Los primeros clientes no tardaron en aparecer. En esos tiempos, Sagaz se encargaba con mucha eficiencia de buscar nuevos clientes, atender quejas de los actuales, llevar la contabilidad, manejar las cuentas bancarias, atender los rollos de Hacienda y del Seguro Social… ¡y hasta de publicitar la empresa a través de las redes sociales!.. Afanador, mientras tanto, reclutaba, seleccionaba, contrataba y adiestraba al personal de cal
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LAS MULAS DE ANTIOQUÍA (O la importancia de los colaboradores) Soc. Daniel Romero Pernalete, MSc Conozco a la empleada y a su jefe. Y conozco la empresa. No voy a dar nombres, por supuesto: solamente voy a registrar hechos, a manera de ilustración. Hace algún tiempo, muy desanimada, mi amiga me comentó algo que sucedía con frecuencia en la dependencia donde trabajaba. Cada vez que el jefe tenía que presentar un informe a los “más jefes” que él, solicitaba datos, cuadros y presentaciones que ella y su equipo elaboraban con esmero. Cuando le iba bien en su exposición, el jefe aceptaba los elogios de los “más jefes” y alardeaba de sus habilidades como directivo, ¡pero ni una palabra de aliento para quienes habían preparado el informe! Los laureles eran suyos y no quería compartirlos con nadie. No obstante, cuando las cosas salían chuecas, no dudaba un ápice en pasarles la cuenta a sus empleados. La factura siempre la pagaban ellos. Los fallos eran de los subordinado