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  SALIR DEL PANTANO (sin morir en el intento)   Por: Soc. Daniel Romero Pernalete (MSc)   Lo conocí hace un par de décadas trabajando en el consultorio médico de una pequeña empresa manufacturera. Las condiciones laborales, en mi opinión, no hacian justicia a su formación ni a su empeño. Él, sin embargo, se sentía cómodo trabajando en un estrecho espacio que más bien parecía una celda de castigo, con un sueldo que debía estirar cada fin de mes a fuerza de privaciones, sin posibilidades de una promoción ni de nuevos aprendizajes, con un jefe que sólo lo tomó en cuenta las dos o tres veces que faltó al trabajo. La rutina le fue desgastando las ganas de avanzar. Hasta que la crisis se llevó la empresa con todo y país. El amigo hizo acopio del poco arrojo y los escasos ahorros que tenía y, por primera vez, cruzó fronteras. El recomienzo fue duro. Se despojó de orgullos y vanidades y empezó por realizar trabajos que no hacía ni en su propia casa. Varias veces tropezó, cayó, se sac
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  LOS GOLES DE HERNÁN CRESPO (O la importancia de la información)   Por: Soc. Daniel Romero Pernalete, MSc. Hernán Crespo es un exfutbolista y director técnico argentino de alto calibre. Jugó como centro-delantero en varios equipos europeos y fue considerado uno de los jugadores más destacados de su época. Se le cuenta entre los cuatro mejores goleadores argentinos en el futbol del viejo continente (que no es poco). Destacaba en él la capacidad para “adivinar” por donde vendría el balón para estar oportunamente en el lugar correcto y batir, en innumerables ocasiones, al portero contrario. Hace unos días un amigo futbolfílico me hizo llegar un video en el que Crespo explicaba, entre otras cosas, como fue cultivando esa habilidad para estar dónde y cuándo debía estar para poner en aprietos la portería contraria. Resumo el mensaje a grandes tajos. La alineación del equipo le permitía, como a cualquier otro jugador, saber por dónde avanzaría tal o cual compañero. Pero Crespo no s
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  HAY CRECIMIENTOS QUE MATAN (O como malograr una cosecha)   Por: Soc. Daniel Romero Pernalete, MSc.   Crecieron juntos. Juntos entraron y salieron de la universidad. Juntos habían decidido que no trabajarían para nadie, que tendrían su propia empresa. Aquiles Limpio se llamaba uno. Zoilo Pulido, el otro. Éste se tituló en administración. Aquél, en ingeniería de mantenimiento. Por la naturaleza de su formación y siendo uno Limpio y el otro Pulido, les pareció buena idea asociarse para formar una empresa de limpieza y mantenimiento industrial a la que nombrarían “Limpio y Pulido”. Pero como creían que los nombres agringados daban caché, terminaron bautizándola como “Clean & Polished”.   Con dos años en el mercado, “Clean & Polished”   venía prestando un buen servicio a pequeñas y medianas empresas. Treinta operarios, cinco supervisores y   seis empleados de oficina formaban la plantilla. Clientes, proveedores y colaboradores manifestaban un alto nivel de satisfacción..
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  HAY BONDADES QUE MATAN (O una dura lección sobre motivación)   Soc. Daniel Romero Pernalete, MSc.     Hace unos días me reencontré con una antigua fábula china (“El pájaro víctima de la bondad”) que de inmediato recreo. Una gaviota descendió en las afueras de la capital del reino de Lu. Fue entusiastamente recibida por el Marqués de Lu, quien le organizó una pomposa bienvenida que incluía espléndidos banquetes, deliciosos vinos y exquisita música. Sin embargo, la gaviota homenajeada parecía perturbada y triste durante los festejos. Los graznidos de la desesperada gaviota fueron interpretados por el Marqués como manifestación de júbilo. Y la fiesta se prolongó por tres días, durante los cuales la gaviota no probó bocado. La noche del tercer día, el animalito murió de hambre y de tedio. Durante algún tiempo, el Marqués censuró en silencio la actitud de su emplumada amiga. Había sido agasajada a cuerpo de rey (con la mejor intención, debe señalarse), pero la gaviota permaneció
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  DE SABIOS ES RECTIFICAR… ( O los estragos del Efecto Concorde)   Soc. Daniel Romero Pernalete, MSc     La aprobación de una moderna legislación sobre salud laboral los entusiasmó. Presintieron una buena oportunidad de negocios en un área que los tres amigos dominaban ampliamente.   Antes de lanzarse a la aventura, analizaron leyes y reglamentos sobre la materia, estudiaron el mercado, calcularon costos fijos y costos variables, estimaron ganancias…   Juntaron sus ahorros, que no eran pocos, y solicitaron préstamos para iniciar un prometedor emprendimiento. Iban a ofrecer equipos y asesoría a las empresas que, por ley, debían implementar medidas para garantizar la salud física y mental de sus trabajadores. Lograron armar un excelente equipo de trabajo: profesionales altamente calificados, competentes y comprometidos con la naciente idea. Rentaron un local en una exclusiva zona comercial y adquirieron costosos equipos y suntuoso mobiliario (después de todo, esperaban atende
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LA VENTANA ROTA (O la bondad desorganizadora) Soc. Daniel Romero Pernalete, MSc Felipe llevada cinco años laborando en “Telollevo”. Era uno de los diez coordinadores de grupo. Hacía dos años que había ascendido a ese cargo, después de tres años de productivo esfuerzo. “Telollevo” era una empresa que prestaba servicios de distribución de comida a domicilio y atendía a un grupo numeroso de clientes. Como la demanda del servicio fluctuaba, cada coordinador de grupo tenía una lista de operarios previamente seleccionados que iban siendo llamados en estricto orden, atendiendo a las exigencias diarias de los clientes y a una distribución equitativa de oportunidades. Todo marchaba bien para Felipe, hasta que la tentación le habló en la oreja. Alberto, uno de los operarios, le pidió a Felipe un pequeño favor: que lo llamara a trabajar, saltando a quienes lo precedían, con el fin de ganarse una platica que le hacía falta para atender una emergencia. A cambio, le ofrecía cierta cantidad de dine
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EL ARCA DE NOÉ   (O EL TRISTE FINAL DE UN ADICTO AL TRABAJO)   Soc. Daniel Romero Pernalete     Se sintió muy bien realizando a la perfección su primera tarea importante. Sus compañeros lo felicitaron y su jefe lo elogió públicamente. Desde entonces, empezó a esmerarse en sus trabajos como si en cada uno se jugara la vida. La aprobación de superiores e iguales lo acicateaba en todo momento. Se diría que la oficina giraba alrededor de él. No había trabajo importante que no fuera a parar a sus manos. Y cada vez se exigía más para no arriesgar su bien ganada reputación de trabajador eficiente.    Por ahí se inició el desastre. Comenzó a trabajar horas extras, pagadas o no. Era el primero en llegar a la oficina y el último en abandonarla. Era quien prendía y apagaba las luces del despacho. No contento con eso, fue adoptando la costumbre de llevarse trabajo a su casa. Las noches eran para trabajar y los fines de semana para seguir trabajando. Visitar a lo