COMO LLEGAR A LA CASA DEL 'NUNCA'
(O LA DAÑINA PROCRASTINACIÓN)
Soc. Daniel Romero Pernaete, MSc
(O LA DAÑINA PROCRASTINACIÓN)
Soc. Daniel Romero Pernaete, MSc
Ella era la asistente del gerente de créditos. Su mano derecha, vale decir. Un lunes, su jefe la llamó a las 9:15 am para pedirle que redactara un oficio mediante el cual se rechazaba una solicitud de crédito presentada por un importante cliente. Quiso redactar el escrito con la mayor delicadeza, a fin de no herir la susceptibilidad del cliente, quien le era conocido. Se le ocurrió, entonces, buscar una carta similar que le sirviera de guía. Decidió visitar el archivo general del departamento que estaba ubicado al final de la gran sala de trabajo, a unas siete estaciones de trabajo de su oficina.
Para poder dedicarse
a redactar el oficio sin asuntos pendientes, se obligó a responder
tres correos electrónicos que acababan de hacer su aparición en la
bandeja de entrada. Enseguida hizo un par de llamadas que tenía
pendientes desde el día anterior. Hecho eso, salió al pasillo,
rumbo al archivo.
Saliendo de su
oficina se tropezó con una compañera que se estaba incorporando al
trabajo después de un largo reposo, y le pareció correcto tener la
deferencia de preguntar por la evolución de su enfermedad. A los
quince minutos se despidió de la amiga porque, se excusó, "tenía un
oficio urgente por hacer". Apenas reanudaba su marcha cuando se tropezó con
algunos compañeros enfrascados en amena charla frente a la máquina
dispensadora de café, por lo que supuso que le quedaba tiempo para
un cafecito compartido. Y, de paso, podría preguntarles el tono que
debía llevar el oficio que su jefe le había encomendado.
La media hora de
sugerencias de sus compañeros no le satisficieron por completo y
retomó su marcha hacia el archivo. Cuando pasó frente al baño de
damas, decidió entrar porque no sabía si después, en cuanto se
pusiera a redactar el oficio, iba a tener tiempo, y no le atraía
mucho la idea de estar redactando cosas con la vejiga llena. Antes de
salir del baño, retocó su maquillaje y se dio unos cepillazos en el
cabello. ¡Ah, pero antes de seguir debía llamar al señor de la
limpieza para hacerle algunas críticas sobre el estado de los baños!
Terminando de
sermonear al aseador, se dio cuenta de que no traía consigo su
teléfono celular. Hizo el recorrido inverso para buscarlo. Le fue
preguntando a cada persona con la que había hablado si no habían
visto su teléfono móvil, ofreciéndole a cada uno la descripción
detallada del aparato. El trayecto invertido la llevó de nuevo a su
oficina. Para su sorpresa (y su alivio), allí estaba su celular,
encima del escritorio, debajo de una carpeta. Tenía tres mensajes de
texto urgentes que enseguida respondió, antes de sumegirse (sin el
modelo) en la redacción del oficio que su jefe le encargó. Un
cuarto mensaje entró a las 11:30. Era de su jefe: “¿Qué ha
pasado con el oficio? ¿Ya salió? La he llamado y no me atiende el
teléfono”
Muy nerviosa, entró
a la oficina del gerente y le explicó lo que había estado haciendo
entre su primera llamada y el último mensaje. Después de llamarle
muy decentemente la atención, el gerente le advirtió: “Si se
va a dedicar a la procrastinación me avisa para ver que hacemos con
usted”
Entre ofendida y
confundida con aquella larga y fea palabra, decidió salir de
inmediato a buscar el oficio modelo en el archivo, pero esta vez "sin
perder tiempo". Cuando iba camino al archivo, ¡se detuvo en varios
escritorios para preguntarle a los compañeros si sabían que era
procrastinación!.. A la 1:30 de la tarde aún no se había sentado a redactar el dichoso oficio-
La procrastinación,
según pudo averiguarlo después, es una tendencia a posponer tareas
y responsabilidades que nos resultan incómodas o estresantes, por lo
que se tiende a ocupar el tiempo en actividades que son más
gratificantes para nosotros o que nos permiten evadir temporalmente la acción o
decisión que debemos abordar. La procrastinación, también se
enteró, es una falsa solución a la incomodidad o al estrés que
representa la actividad pospuesta. La situación evadida sigue ahí
y allí estará, sumándose a nuevas tareas, hasta que la abordemos o
la abandonemos definitivamente.
La
procrastinación, debe aclararse, no es un fenómeno exclusivo del
ámbito laboral. Puede darse en cualquier aspecto de nuestra vida.
Por ejemplo, en la escuela (realizar una asignación en una
asignatura que nos desagrada) o en el hogar (ordenar en depósito de
cachivaches, pongamos por caso)... Adicionalmente, hay que destacar que
la procrastinación no es necesariamente holgazanería: la
persona puede mantenerse ocupada, aunque haciendo cosas que nada
tienen que ver con la tarea o responsabilidad que se está
posponiendo.
Casi todos hemos
tenido nuestros episodios de procrastiación. Es normal. La
situación, sin embargo, se complica cuando se vuelve crónica,
cuando se transforma en un modus operandi laboral. Porque no
sólo afecta la productividad individual y organizacional, sino que
puede generar efectos indeseados para la salud física y emocional
del procrastinador: estrés crónico, ansiedad, depresión, hábitos
deficientes de salud (excesos alimenticios, falta de ejercicio y de
sueño, adicciones…) que más temprano que tarde conducen a
enfermedades crónicas, entre ellas obesidad, diabetes, hipertensión,
cardiopatías o muchas otros males que pueden acortar nuestra vida.
Una última
observación, antes del punto final: la procrastinación no es un
fenómeno de reciente aparición. Ya Cervantes lo había palpado.
hace más de cuatro siglos, cando por boca de Don Quijote afirmaba:
“Por la calle del ‘ya voy’ se llega a la casa
del 'nunca'”