DE SABIOS ES RECTIFICAR…

(O los estragos del Efecto Concorde)

 

Soc. Daniel Romero Pernalete, MSc

 


 

La aprobación de una moderna legislación sobre salud laboral los entusiasmó. Presintieron una buena oportunidad de negocios en un área que los tres amigos dominaban ampliamente.  Antes de lanzarse a la aventura, analizaron leyes y reglamentos sobre la materia, estudiaron el mercado, calcularon costos fijos y costos variables, estimaron ganancias…  Juntaron sus ahorros, que no eran pocos, y solicitaron préstamos para iniciar un prometedor emprendimiento. Iban a ofrecer equipos y asesoría a las empresas que, por ley, debían implementar medidas para garantizar la salud física y mental de sus trabajadores. Lograron armar un excelente equipo de trabajo: profesionales altamente calificados, competentes y comprometidos con la naciente idea. Rentaron un local en una exclusiva zona comercial y adquirieron costosos equipos y suntuoso mobiliario (después de todo, esperaban atender a los representantes de  grandes empresas). Hicieron uso de las nuevas tendencia del marketing  para promover sus productos y servicios. ¡Y “OccupHealth”, que así bautizaron a la empresa, se hizo a la mar!

Sabían que los primeros meses iban a ser duros, que las ganancias no iban a llegar de la noche a la mañana. Comentaban entre ellos que su empresa era como una plantita (de alto precio, dicho sea de paso) que habría que cuidar con mucho esmero antes de que comenzara a producir frutos… Pero pasaron algunos meses y “OccupHealth” no avanzaba. Reforzaron su equipo de ventas, acentuaron sus campañas publicitarias, ajustaron precios hacia abajo… Pero la empresa estaba varada… 

Cuando “OccupHealth” cumplió su primer año, fue difícil distinguir si la celebración era un funeral o una fiesta. Los números seguían gritando sus rojas advertencias. Pero los fundadores de la empresa insistían en seguir agregando leña a un fuego que no avivaba. Le inyectaron más recursos derivados de préstamos personales, porque ya a los financistas no les resultaba atractiva la empresa.

Los fundadores se resistían a reconocer que estaban a las puertas de un gran fracaso. Se negaban a aceptar que todo el esfuerzo y los recursos invertidos terminaran en nada. No querían dar la vuelta en U después de haber recorrido tanto trecho. Su situación era similar, guardando las distancias, a la de un estudiante que no quiere cambiar de carrera porque no desea echar por la borda los tres años de esfuerzos en una carrera que lo está frustrando. O como quien llega a la mitad de un libro que lo está aburriendo, pero decide seguir para no perder el tiempo gastado en la lectura previa. O como quien se niega abandonar la sala de cine porque no está dispuesto a perder el valor de la entrada ni la hora que lleva viendo una película que lo mata de fastidio.

Pero volvamos a los emprendedores. No pasó mucho tiempo para que “OccupHealth” se declarara en quiebra, dejando al final un montón de damnificados y unos cuantos futuros empeñados. Tarde se dieron cuenta de que las luminosas leyes que el Estado aprobó, eran letra muerta. Que la mayoría de las empresas hacían caso omiso de aquellas disposiciones o buscaban la forma de evadir sus responsabilidades. Y que el Estado era muy laxo a la hora de exigir el cumplimiento de la nueva legislación. Otras empresas del ramo, para colmo de males, ofrecían los mismos servicios, con menos sofisticación, a un precio considerablemente más bajo. El mercado para los productos y servicios de “OccupHealth” había nacido herido de muerte.

La insistencia en seguir alimentando un  proyecto que no tiene futuro para no perder el tiempo, el esfuerzo y el dinero invertidos, ha sido bautizado por quienes saben de eso como el Efecto Concorde, para recordar los enormes  recursos de todo tipo que Francia y el Reino Unido aportaron por mucho tiempo en un proyecto que no terminó de alzar vuelo: el Concorde. El avión supersónico y lujoso que uniría a Europa con América en unas cuatro horas, llevaba un lastre muy pesado: los elevados costos de mantenimiento y un mercado restringidamente selecto. La aventura terminó trágicamente cerca de París, en Julio del 2000, con un accidente que costó la vida a más de 100 personas. Fue una trágica excusa para apagar el proyecto. 

El Efecto Concorde es una advertencia para emprendedores y empresarios. Nos recuerda, por ejemplo, que no controlamos enteramente el mercado para nuestros productos o servicios  (a veces nos guarda desagradables sorpresas). Nos recuerda que eso de “querer es poder” no siempre es cierto (hasta el lobo de Los Tres Cerditos se agotó soplando hacia una pared de ladrillo que se negó a caer). Nos recuerda que seguir invirtiendo recursos y esfuerzos en un emprendimiento que no tiene futuro es como ir subiendo los peldaños de una escalera recostada en la pared equivocada. Ya lo dice, en un tono algo grueso, el refrán español: “De hombres es errar; de bestias, en el error perseverar”. Prefiero la forma más amigable de expresar lo mismo: “De hombres es errar; de sabios, rectificar”.

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