EL TALÓN DE AQUILES

(O LA EXPERTICIA INÚTIL)


Soc. Daniel Romero Pernalete, Msc



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Vamos a llamarlo Aquiles por aproximación, para no perturbar su descanso eterno. Ingresó a la universidad cuando cuando ella y él eran jovenzuelos. Era técnico en reparación de máquinas de escribir manuales. Un verdadero experto en desarmar y armar ese tipo de aparatos. En broma le decíamos que él había sido el inventor del Lego. Por mucho tiempo fue el rey de las máquinas de escribir. “A estas máquinas las conozco yo como si las hubiera parido”, solía fanfarronear... Poco a poco fueron haciendo su aparición las máquinas eléctricas y casi de inmediato las computadoras. Varios amigos le sugeríamos a Aquiles que se adelantara a los tiempos y que tomara cursos para aprender a reparar computadoras. Pero él siempre alegaba su falta de tiempo. Alguna razón tenía. Las máquinas de escribir manuales, aporreadas por el tiempo y por el uso, requerían con mayor frecuencia de su intervención. Y como era difícil conseguir repuestos para máquinas discontinuadas, Aquiles desarrolló la habilidad para adaptar piezas de una máquina fuera de servicio a otra cuya vida podía prolongarse con un trasplante. Eso le consumía esfuerzo y Aquiles seguía “sin tiempo” para aprender cosas nuevas... Las máquinas de escribir manuales finalmente se extinguieron en la universidad. Y Aquiles, ajeno a las nuevas tecnologías, se quedó sin oficio, con muchos conocimientos caducos y mucha experiencia inútil... Aquiles pasó los últimos años de su vida productiva de dependencia en dependencia, haciendo cualquier cosa menos reparar máquinas de escribir, esperando la llegada de su jubilación.

Aquiles me recordó un viejo cuento que leí en algún libro de gerencia. Trataba de un leñador incansable que no tenía tiempo afilar afilar su hacha, pero cada día que pasaba talaba menos árboles aunque ponía las mismas ganas y similar esfuerzo: pasaba que el hacha se amellaba en la medida en que el leñador iba cortando árboles sin “tener tiempo para afilarla”. Hasta que llegó el día en que el leñador ya no pudo talar un solo árbol. Perdió su empleo, por supuesto.

Con mucha frecuencia sucede que algunos gerentes (y no pocos profesionales de distintas disciplinas), agobiados por el trabajo del día a día, no se mantienen actualizados en los conocimientos de su área porque “están muy ocupados” y “no tienen tiempo para esas cosas”. Como los conocimientos (de cualquier área) hoy avanzan a velocidad vertiginosa, no pasa mucho tiempo sin que los gerentes y los que no son gerentes queden rezagados, en un avanzado estado de obsolescencia que pudo ser evitado. Usualmente es tarde cuando se dan cuenta de que el hacha ya no sirve para talar. Y dejan de estar en el candelero, con las consecuencias económicas, sociales y psicológicas que esto acarrea. Salen del escenario sin aplausos.

Este descuido en la permanente formación gerencial, este desentenderse de las nuevas tendencias en su especialidad, se ha convertido en la principal debilidad de muchos gerentes. Vale decir, en su talón de Aquiles (del Aquiles de Homero esta vez).

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